Pase lo que pase entre Rusia y Estados Unidos, este es uno de los momentos más álgidos de la delicada relación entre ambos países, que se enfrentaron uno a uno por largos años durante la Guerra Fría para ejercer la hegemonía mundial.
En nombre de Estados Unidos y en nombre de la Federación Rusia, dos Jefes de Estado se enfrentan en un conflicto diplomático que, a veces, parece poco más que personal.
No es personal, porque tropas estadounidenses han caído durante los últimos años a manos, si no del ejército ruso, de mercenarios auspiciados por el gobierno ruso u oligarcas cercanos al gobierno ruso.
Las sospechas de una posible injerencia rusa en los asuntos democráticos de Estados Unidos también es una herida patente que suma en contra de los intereses civiles del país.
En el medio, varios países han sufrido este enfrentamiento asimétrico e indirecto, desde Latinoamérica hasta Oriente.
Pero, ahora que la situación es tensa, especialmente para los ucranianos, cuya mayoría está preocupada, al igual que nosotros, por pasar el día a día encontrando el sustento para sus familias y viviendo una vida digna, ¿por qué debemos ser victimas de una puja de poder que, en el largo plazo, solo perturba nuestras ambiciones más grandes?
El ejemplo claro es cómo el emprendimiento y la innovación empresarial, esa misma que el clásico economista Joseph Schumpeter atribuía como el motor de las economías, más allá de cualquier control centralmente ejercido por el gobierno, puede llevarnos más lejos.
Y más lejos significa, más allá de las pujas de poder y que el conflicto por la hegemonía puede llevarnos.
La “carrera espacial” entre Estados Unidos y Rusia puso finalmente a una especie de nuestro género en la luna el siglo pasado.
Pero en el presente, lo que podría llevarnos más allá de la luna es más bien un esfuerzo conjunto entre distintos países, además, por supuesto, del sector privado, representado actualmente por SpaceX.
Más allá de la luna, y más allá de los conflictos políticos entre poderes estatales.
